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miércoles, 29 de septiembre de 2010

DEL CAP DE CREUS A GIRONA (2ª parte)

Este relato ocurrió cronológicamente antes que el de los abrazos, pero como es mi blog y yo pongo las “reglas” de edición, decidí publicar el otro antes porque me apetecía mucho compartirlo. (Si alguien tiene alguna queja, puede poner una reclamación en el servicio de atención a la clientela; le daremos una respuesta en breve).

Desde Collioure, aproximadamente 200 km. al norte por la autopista “La Languedocienne” se llega a Montpellier.

Sé que si los/as belgas hubieran visto que, después de haber estado viviendo allí y no haberlos probado siquiera, me pedía en Francia unos moules con frites (mejillones con papas fritas), me habrían prohibido la entrada en el pais, ¡seguro!. Con lo defensores y orgullosos que están del invento y la receta belga de los mejillones… ¡Y encima bebí una Leffe! Pero bueno, deberían tomárselo como mi pequeño homenaje a la cultura gastronómica belga :-)

A pesar de que después del almuerzo de fruits de mer, ese mismo día, tendría el ácido úrico por las nubes, lo cierto es que los mejillones en una plaza del casco antiguo de Montpellier, con un partido de fútbol de fondo (de algún equipo francés contra otro que no lo era) me supieron de lujo.




El casco antiguo de Montpellier da para perderse todo un día vagando por sus estrechas calles peatonales, disfrutando en las terrazas (hasta el mediodía brilló el sol) y descubriendo cosas curiosas, como el edificio de la foto. Después de estar un rato pensando que había dos vecinos muy curiosos asomados a la ventana, y de preguntarme qué estaría pasando en la calle para que miraran con tanto interés, me di cuenta de que estaban pintados (ejem… no comments)




Hay un pequeño mercado donde se te va la vista (y el olfato) tras los diferentes puestos, sobre todo por la variedad tan grande de fromages (si huele a queso, parece queso y sabe a queso… ¿por qué se empeñan en llamarlo fromage?)




Como estábamos a principios de curso, se veían por todos lados estudiantes que parecían estar viviendo la novatada para entrar en algún grupo. En la Place de la Comedie había un grupo cuya misión consistía en convencer a la gente que pasaba de que les tiraran a la cara un plato lleno de nata… ¡y en algunas ocasiones lo conseguían!








Después de disfrutar de tan ameno espectáculo, comenzó a lloviznar y, dio la casualidad, de que al pasar por la Biblioteca del Cine justo iba a empezar una película. Vale, ya sé que pensarán: “si vas a estar un día y medio en una ciudad tan maravillosa como Montpellier, cómo es que te vas a ver una película…” Pues sí, así es, lo confieso. Y la verdad es que disfruté muchísimo y me reí a carcajadas con Las Aventuras del Barón de Munchausen.




Al día siguiente continuaba el camino, ya de vuelta, hacia España. El objetivo era llegar a Girona, pero yo recordaba un pueblito precioso en Los Pirineos y, nuevamente gracias a Via Michelin, hicimos un alto en el camino para visitar Villefranche de Conflent.




Para ser sincera, el pueblito me decepcionó. No lo recordaba tan dirigido al turismo, ni tan lleno de turistas… Pero eso sí, esta vez sí que probé la gastronomía francesa (a pesar de que casi todos los bares alardeaban de tener la mejor comida catalana) con un plato de queso y un crepe buenísimo en esta acogedora crepería.




Bueno, ya después de comer tan suculento manjar el pueblo adquirió un nuevo matiz y ya daban igual los turistas y los puestitos callejeros. El pueblo tiene algunas cosas curiosas como éstas:







La llegada a Girona fue un poco caótica, y nos recibió con una lluvia torrencial, truenos y relámpagos.



Ya el día siguiente amaneció más agradable para pasear y conocer la ciudad y el casco histórico de Girona me pareció muy encantador, con el barrio judío y la muralla que lo rodea.

Fue un viaje al futuro:



Y un viaje al pasado: