Crónicas, ilusiones, proyectos...¡todo cabe!



martes, 25 de enero de 2011

PRIMEROS DIAS DEL 2011

El comienzo del 2011 me dejó un poco descolocada. Estuve unos cuantos días sin energía, recuperándome de la intensa actividad del viaje compartido con las chicas. También sospecho que tuvo algo que ver el hecho de no comerme las uvas. A ver, yo no soy mucho de rituales, pero siempre me ha encantado partir el año comiendo las uvas, porque es una forma de darle la bienvenida al año que está llegando y de pensar en los propósitos y todas esas cosas (eso, o te mueres de risa intentando no ahogarte, que también es muy espiritual).

Este año no tuve eso. Pero igualmente disfruté mucho de la cena y de los fuegos artificiales. Además Fernando me dio un abrazo que, según me dijo, me traía todos los abrazos de Cris, Susana y mi familia...

Pues eso, que los días que pasé en Manaus (hasta el 17 de enero) fueron muy tranquilos, pero eso no quita que tenga un montón de fotos, porque el Igarapé es muy fotogénico.
Estamos empezando la época de lluvias, y el río y los igarapés están subiendo. Llovió mucho (y sigue lloviendo), y como la lluvia refrescaba el ambiente, no hacía el calor agobiante de los primeros días.

La vida en el Igarapé es de lo más animada, porque basta que te pongas a leer o hacer cualquier cosa en la cocina o por fuera de la casa para que aparezca siempre algún niño o niña diciendo "Chía, chía" (así es como suena, pero en realidad es Tía, tía). Así que Virginie y yo les buscamos una actividad para que se entretuvieran pintando , aunque de vez en cuando alguna cera caía por las rendijas del suelo y las perdíamos.
Otra cosa que me llamó mucho la atención es el funcionamiento de la Comunidad, formada por algunos vecinos y vecinas del barrio. Resulta que Brasil está sufriendo muchos cambios últimamente, de cara al Mundial del 2014. Manaus también será sede de algunos partidos y todo ello conlleva una remodelación de la ciudad. Por eso, van a urbanizar la zona de los Igarapés. El problema es que indemnizan a la vecindad, pero tienen que irse a la periferia, mientras que ahora viven muy cerca del centro. La Comunidad se está moviendo para conseguir que una vez urbanizado el Igarapé puedan quedarse ahí.
También tiene una función social dentro del barrio, porque controlan (a su modo) que no entre el tráfico de drogas y se mantenga la calma. En los días que yo estuve tuvo lugar una reunión que resultó muy bonita, porque hablaron con un vecino que tenía problemas con la bebida y que armaba escándalos. Me resultó de lo más "mediador" porque en vez de culparlo o recriminarle su actitud le dijeron que estaban preocupados por él y que querían ayudarle. Él reaccionó pidiendo disculpas y muy "tocado" por el asunto. Fernando estuvo en la reunión y acabó emocionado por la forma en que resolvieron el conflicto.

La verdad es que fueron unos días de mucho aprendizaje, en los que disfruté un montón de poder compartir momentos y charlas con Fernando, Arizete, Virginie, Luisa, Jorge, Eddy, Paulinho, Mariza... y más gente que se cruzó por mi vida.
Desde aquí les mando un abrazo muy fuerte.

Bueno, les dejo con algunos videos que grabé allí:
Acrobacias
Chuva

En este ordenador no puedo subir las fotos a Picasa, así que las puse en Facebook: Pincha aquí para verlas



domingo, 23 de enero de 2011

ULTIMOS DÍAS DEL 2010

Después de nuestros días en territorio Sateré, volvimos a Maués el día 25 de diciembre. Allí nos esperaba el Señor Ary, preocupado porque se nos había hecho un poco tarde (no contábamos con el almuerzo en casa de Julius y con el baño durante la tormenta). Pues el recibimiento en Maués fue muy alegre, al volver a lo que ya era nuestra familia. Allí nos quedamos hasta el día 27, disfrutando de la compañía y del cariño de los Dinelly. Fueron unos días muy animados en los que tuvimos una sesión de karaoke, una celebración, los increíbles masajes de Mariza, la despedida en el muelle de parte de la familia Dinelly que iba para Manaus y diversas actividades de ocio.

El día de nuestra vuelta ya estábamos relajadas pensando que teníamos un día de barco, porque ya conocíamos el procedimiento. Por la mañana fueron a colgar las hamacas para guardar nuestro sitio y allí el capitán dijo que el barco salía a las 18h. El único problema fue que esa tranquilidad no nos duró mucho. A las 16:45h, empezamos a despedirnos y a ir hacia el barco (con todo el tiempo del mundo), y cuando llegamos al puerto el barco estaba saliendo...
OH, NOOOO!!!
Por mucha seña que le hacíamos el capitán no quería volver (después dijo que el barco salía a las 17h). No sé qué fue lo que le hizo cambiar de idea, pero de repente decidió volver y gracias a eso pudimos subir, rápidamente, saltando por la barandilla. Sólo diré que Susana subió con silla y todo, y que ésta fue la cara que se le quedó después del subidón de adrenalina:




Justificar a ambos lados


El resto del viaje fue bastante tranquilo y nos dedicamos a nuestra tarea preferida: ¡dormir!
Eso sí, Susana seguía con su hiperactividad de "quiero aprovecharlo todo", pero al final, cuando descubrió que no tenía con quien hablar y encima le cerraron las vistas porque empezó la lluvia, también cayo en la semisomnolencia...

Llegamos a Manaus el 28 por la noche, y al volver al Igarapé de São Jorge nos estaban esperando nuestros amigos y amigas.
Al día siguiente nos fuimos con energías renovadas (después del guaraná de por la mañana, claro) a conocer Manaus, porque todavía no habíamos paseado por el centro.

Estuvimos en el Mercadão, donde nos asombraban las diferentes frutas desconocidas para nosotras, y nos llegaban tantos colores, olores y sabores nuevos.
También callejeamos por las abarrotadas calles comerciales, y en todos los puestos callejeros de tucumán Fernando pedía un poquito "para que su prima lo probara" (eso era lo que decía, pero ya a esas alturas conocíamos su debilidad por el tucumán).
La verdad es que era un cambio, después de venir de las tranquilas calles de Maués (quitando la calle principal del puerto, que sí tenía más movimiento) y, especialmente, después de nuestros días con el pueblo sateré.
Comimos por el centro también y probamos diferentes sucos (zumos) de frutas que algunas eran buenas y otras hay que acostumbrarse al sabor porque es un poco raro...
También pasamos por la Praça do Artesanato, con diferentes puestos de artesanía indígena.
Ya oscureciendo llegamos al Largo de São Sebastião y al Teatro Amazonas, donde nos reencontramos con el señor Ary, Mariza, Lily y Paulinho, que también estaban en Manaus.
Para mí llegar a esa plaza fue todo un oasis de calma, porque era peatonal y tenía unas terrazas con mesitas para tomar algo o comer que tenían una pinta muy agradable. Y después de la locura de la zona comercial se agradecía la tranquilidad.

Al día siguiente nos quedamos tranquilamente en los alrededores del Igarapé. Siempre recibíamos alguna visita, sobre todo la de los niños y niñas que vivían por allí cerca, y así el día pasaba divertido.
La cuenta atrás para la vuelta a casa de las chicas ya era inminente, y nos embargaba un sentimiento mezclado entre la alegría por la preciosa experiencia que estábamos compartiendo y de tristeza por la llegada del final (bueno, eso lo estoy escribiendo yo y creo que hablo en nombre de las 3 pero corríjanme si me equivoco) :-)

El día 31, último día del 2010, también era el final de nuestra aventura en común. Ellas pasarían el Fin de Año entre un vuelo y otro, en São Paulo. Yo, en Manaus, en una comunidad de Jesuitas, acompañada por Fernando, Arizete, Luisa (otra integrante del equipo itinerante que llegó justo ese día), entre otras personas.

Para ver las fotos, pincha aquí




domingo, 9 de enero de 2011

NATAL EN TIERRA SATERÉ (2ª parte)

... En el capítulo anterior estábamos durmiendo en casa de la familia de Julius. Según nos contaron Arizete y Fernando, todavía no estábamos en territorio indígena demarcado. Aunque ya eran comunidades saterés, la demarcación empezaba justo en la otra orilla del río.

Después del plácido sueño, nos levantamos tempranito (y ya Fernando había desenredado la malhadera del motor) y poco a poco empezó el movimiento en la casa. La mujer de Julius (no recuerdo su nombre) nos preparó un guaraná rallando la piedra de çapó con una lengua de pirarucú (un pez de río del que aprovechan todo, hasta las escamas para limar las uñas y como elemento decorativo).
Después estuvimos conversando y cantando con una guitarra del hijo mayor (volvimos a entonar nuestro ya ensayado Guantanamera) y dimos un paseo por los alrededores de la casa. Allí tienen un granero y un horno para tostar farinha y nos estuvieron explicando también todo el proceso de elaboración del guaraná. El fruto se tuesta, luego se muele y se comprime formando unos bastones que ahúman como el queso.

De allí fuimos a otra comunidad, donde se encuentra el puesto de la FUNAI porque Fernando y Arizete precisaban hablar con Tibursio, el "tushawa" general para obtener información sobre las comunidades en aislamiento. Aquí tenemos que aclarar que el tushawa es el líder político indígena, hay uno en cada comunidad. También está el líder religioso. En este caso Tibursio era el encargado de coordinar todas las comunidades.

¡Ah! Antes de ir a la comunidad paramos en una fuente cerca de la casa para recoger agua para el camino. Allumar, un hijo de Julius, nos acompañó y fue gracias a él que atravesamos la espesura de capín por los caminitos libres sin que se llenara el motor de hierba. Después se quedó en la comunidad "central" porque ese día había un torneo de fútbol (como ven es el deporte universal) entre todas las aldeas de la zona.

Ya una vez hecho esto, nos dirigimos a la Comunidad de Terra Nova, donde íbamos a pasar la Noche Buena, ésta ya situada en territorio demarcado. Nada más llegar, nos dimos un baño en el río para estar fresquitos/as después del viaje.
Llegamos a la hora del almuerzo y junto con la farinha de mandioca, alimento que comen acompañando a todo, pudimos saborear dos variedades de hormigas. Unas se llaman "saúba" creo y las otras no recuerdo el nombre. Para ser sinceras, las más grandes sabían a "bicho" y costaba un poco más tragarlas, pero las pequeñitas estaban ricas. Cris dice que le pegaban como tapa acompañadas con una caña fresquita, para comer en La Placeta...(tenemos que estudiar la posibilidad de hacer negocio). Las preparan con sal y tenían un sabor a limón y pimienta que "se dejaba comer", incluso repetimos. Después nos explicaron que eso que pensábamos que era limon y pimienta era en realidad el ácido fórmico... (siempre hay cosas que es mejor no saber).

Pasamos la tarde allí tranquilas, acompañadas por los niños de la aldea. Nos llamaba la atención que no habían niñas, y después Arizete nos explicó que a las niñas las "guardan" más en las casas y también son las encargadas de cuidar a sus hermanos y hermanas pequeñas.
Los niños se mostraron totalmente sociables y fue muy divertido, porque no sé cómo pero nos entendíamos en una mezcla de español, portugués y sateré (los más pequeñines no hablan portugués). Así aprendimos algunas expresiones básicas, aunque la más utilizada es "Waku Se Se" que se usa para saludar y despedirse, "Waku" también significa gracias. "Kat e~g eset" (se pronuncia kat en eset) y es "¿cómo te llamas?"

Mientras tanto, se iban haciendo los preparativos para la celebración de Noche Buena, entre ellos cortar el turrón que las chicas habían traído desde Canarias y que atrajo la curiosidad de los más pequeños. Un momento muy emocionante de la tarde-noche fue cuando Luzía (la catequista de la aldea) ensayó con los niños las canciones para la ceremonia y de repente, en medio de la semioscuridad, empezaron a cantar con unas voces preciosas y perfectamente entonadas. Ufff, fue asombroso...

La celebración fue muy bonita. En el lugar que hacía las veces de cocina, comedor, salón y dormitorio, con todas las familias de la aldea (bueno, sobre todo las mujeres) y los niños y niñas ya durmiéndose por los rincones. Hubo cantos en sateré, en portugués y en español (con la colaboración inestimable de "Las 3 magníficas" por supuesto) El punto álgido de la noche fue nuestro "Campana sobre Campana" :-)
Nota de Susana:
Fue una noche especial, compartiendo desde la sencillez más absoluta y dejándonos emocionar por las tradiciones indígenas y el cariño de los niños y niñas.

Después, compartimos la comida (arroz, carne, farinha y turrones) y en un momento ya nos fuimos a dormir. Bernardo, el profesor de la aldea, dijo que iba a venir lluvia... y no se equivocó.

¡Ah! pero antes de la lluvia tengo que nombrar un encuentro muy especial que tuvimos con una tarántula gigantesca, que primero se encontró Cristina al lado de nuestras mochilas y luego estaba debajo de la hamaca de Susana (bueno, no sé si era la misma o si eran dos diferentes). Fernando nos dijo que no nos preocupáramos, que no hacían nada porque sólo comen bichitos y todavía no sé si es verdad o no, pero nos tranquilizó en ese momento.

Bueno, llegó el momento de acostarnos en nuestras hamacas con mosquiteros (que parece que no, pero protegen totalmente de todo lo exterior) y ahí fue cuando empezó la lluvia increíblemente fuerte. Susana, Cristina, Paulinho y yo no nos mojamos, pero Arizete de repente sintió que el agua le subía desde el suelo y tuvieron que mudarse en medio de la noche y la lluvia.

Yo recuerdo de esa noche que de repente oí que el perro que dormía a mi lado empezaba a ladrar y aullar. Aquí tengo que hacer una pausa para explicar que durante el almuerzo oí que Bernardo contaba una historia de una "onza" (no sé cómo se escribe ni lo que significa, pero debe ser una especie de pantera, o eso es lo que me imaginaba). Pues resulta que esta "onza" tenía crías cerca de la aldea y se dedicaba a acercarse casi todas las noches a la aldea para cazar gallinas y demás animales para alimentar a sus crías (a que suena bonita la historia, eh?). Bueno, pues la parte que no entendí (porque mi portugués no da para más) es que la gente de la aldea la había seguido un día hasta sus crías y la habían matado. Entonces, volviendo al momento presente, imagínense yo en aquella hamaca con un perro aullando a mi lado (mamá, tú mejor no te lo imagines) y acordándome de aquella historia. Lo primero que pensé fue "ya volvió la "onza" a buscar la cena de Navidad. Y claro, ¿qué hacer en esas circunstancias? Pues lo normal, quedarme quieta dentro de la red sin respirar apenas, esperando a que la supuesta "onza" encontrara un manjar más suculento que yo.
Por supuesto que no pasó nada, no había "onza" ni nada, toda la película me la había montado yo solita. Esa noche no se oía el ruido de los animales de la selva ni nada, sólo la lluvia cayendo fuerte, y así fue como nos dormimos.

Al día siguiente, nos levantamos en plena forma. La lluvia había dejado paso a un día claro y soleado. Desayunamos un preparado riquísimo con leche y avena (además de nuestro ya necesario guaraná) y dimos un paseo por la aldea para conocer la escuela y la pequeña capilla.
Los niños se mostraban más tímidos que la tarde anterior, aunque Angelo seguía repitiendo su simpático "Susaaana", "Cristiiiina",... Sólo Jonison y Paukemi nos acompañaban, con esa mirada profunda y esa sonrisa tímida.

Recogimos todo para que no se nos hiciera muy tarde y nos dirigimos al río para continuar camino en nuestra boadera. Era el día 25 de diciembre, cumpleaños de Luzía (una mujer valiente y fuerte que sacó sola a su familia adelante) así que le cantamos el Parabens (Cumpleaños Feliz) y después les pedimos que nos cantara una de las canciones que entonaron la noche anterior. Aquí está, junto a Jonison y Paukemi, en una melodía que se nos quedó muy grabada en el corazón:




El día de Navidad, al salir de allí, nos dirigimos de vuelta a casa de Julius y su familia.
Su hija nos había invitado junto a otros vecinos y vecinas de su aldea a comer un "porco" o cerdo que ella había criado. Allí disfrutamos de un lindo almuerzo antes de iniciar nuestra travesía de regreso a Maués. Antes de empezar a comer, se hizo la oración de agradecimiento y Arizete habló sobre el concepto de "bem-viver", muy arraigado en el pueblo indígena. No lo sé explicar porque no lo conozco en profundidad pero es muy interesante, sobre todo para aplicarlo a nuestra sociedad en la que muchas veces nos vemos sometidos/as a una lucha imparable por tener más y más. Le preguntaré un poco más y ya se los explico en otro momento.

Después de comer emprendimos la vuelta a Maués. En general, y una vez que nos arrancó el motor que como siempre se mostraba un poquitín vago, fue un viaje tranquilo. Como íbamos río abajo y más descargados de comida, fue más corto que a la ida. Sin embargo, cuando ya estábamos llegando a Maués (faltaba casi 1 hora o así) se vio llegar una tormenta. La mejor forma de pasarla era adelantarnos a ella y meternos directamente en el agua hasta que la lluvia se fuera. Y así fue, "aparcamos" en una playa tranquila y como dijo Fernando, ya que de todas formas íbamos a acabar mojados y mojadas, mejor hacerlo con el agua templadita del río mientras las frías gotas caían del cielo.

Al llegar a Maués, ya de noche, nos esperaba la familia de Arizete, que ya era también nuestra familia.
Para ver las fotos, pincha aquí.

Pd: me faltó añadir que en estos días se forjó en mí la afición a comer mangas. Reconozco que nunca había sido una fruta que me llamara la atención, pero aquí saben totalmente diferentes, están riquísimas así, recién cogidas del árbol. No tienen nada que ver.Y otra cosa que quería decir fue que de estos días, sólo nos quedó una pena: que no duraran más!!

miércoles, 5 de enero de 2011

NATAL EN TIERRA SATERÉ (1ª parte)

Ahora que se fueron mis corresponsales, Susana y Cristina, tengo que volver a ponerme las pilas yo con esto del blog. Y para seguir contando nuestras aventuras, nada mejor que continuar con nuestra incursión en territorio indígena, en las comunidades Saterés-Maués.

A ver, para ponernos en situación, allá por el día 23 de diciembre, después de la celebración + fiesta del aniversario del Señor Ary (el padre de Arizete) nos esperaba un buen tute. El Padre Fernando, que actuaba más bien como nuestro hermano mayor, nos aconsejó que nos acostáramos tempranito para estar en forma, y nosotras (que normalmente a las 9:30 o así ya estábamos en la cama, perdón, en la hamaca) no le hicimos caso y estuvimos bailando y cantando con la familia Dinelly hasta tarde (nos acostaríamos a las 12 o así pero entiendan que para nosotras eso eran altas horas de la madrugada).

Queríamos salir muy tempranito por la mañana, para que no nos cogieran muchas horas fuertes de sol, dado que el viaje iba a ser de 5 ó 6 horitas río arriba, pero al final entre los preparativos y esas cosas, salimos a las 11:30h (hay que aclarar que a pesar de la fiesta de la noche anterior a las 6 ya estábamos en pie como punchas). La suerte fue que la “boadera” (barquita con motor) tenía toldo y nos sirvió de protección ante las inclemencias del tiempo (sol y lluvia) que nos acompañaron durante el trayecto.

Aquí tengo que hacer un breve paréntesis para aclarar que fuimos totalmente unas privilegiadas por poder visitar la zona a la que fuimos. La Comunidad de Terra Nova está dentro del Territorio Indígena Demarcado y hace falta un permiso de la FUNAI (Fundaçao Nacional do Indio) para acceder. Nosotras fuimos acompañando a Fernando y Arizete, que querían información sobre algunas poblaciones indígenas aisladas (isoladas) que han localizado en los nacientes de los ríos. Esto sirve para hacer presión al gobierno en la demarcación de su territorio.

Pues volviendo a la narración, nos subimos en la boadera en Maués y tuvimos un pequeño problemilla a la hora de arrancarla. Como teníamos una gasolinera (en medio del agua) cerca, fuimos a remo hasta ella y llenamos los depósitos. Allí el chico que trabajaba ahí se subió para intentar arrancarla y le funcionó. Comenzamos a ascender el río Maués hacia el río Marâo, que era nuestro destino.

Como dije antes, tuvimos un tiempo bastante variado que empezó muy despejado y luego cambió a una tormenta amazónica que nos hizo sacar los chubasqueros (que cómo no, estaban en el fondo de las mochilas), las toallas y todo lo que teníamos a mano. Después de unas cuantas horas paramos a comer en una playa y allí aprovechamos para estirar un poco las piernas. El único "problemilla" fue que al ir a arrancar otra vez, el motor no funcionaba. Fernando y Paulinho estuvieron tirando y tirando para intentar arrancarlo pero nada... Ya estábamos mirando un par de troncos buenos para amarrar las hamacas y pasar allí la noche aunque, si soy sincera, mi espíritu aventurero no llegaba a tanto y cuando miraba hacia la floresta, donde se veía una vegetación tupida y frondosa, me parecía que de ahí podía salir cualquier clase de animal de un momento a otro...

Por suerte, y después de varias oraciones...¡arrancó!

Ya estaba empezando a oscurecer cuando nos encontramos con otra sorpresa: cerca del cruce del río Marâo, por donde teníamos que ir, estaba cerrado por capin (no sé si se escribe así), unas hierbas que crecen cuando el río está más seco y que luego dificultan la navegación. Tuvimos que ir buscando algún tipo de abertura que nos permitiera pasar sin que la hierba se enredara en el motor. Por el camino nos cruzamos con un pescador con el que estuvimos hablando un rato, con tan mala suerte que al seguir nuestro camino tropezamos con una red de pesca (malhadera) y se la rompimos con el motor de la barca. El señor se acercó hasta donde estábamos, pero no estaba molesto ni nada, sino que a pesar de todo, nos remolcó hasta la casa de una familia conocida de Arizete y Fernando que vivía por allí cerca, y donde pasamos esa primera noche.

"Aparcamos" la boadera debajo de su casa y bajamos las cosas. La casa estaba en lo alto de una cuesta bastante empinada pero en menos de lo que canta un gallo ya Susana estaba arriba, con silla y todo (para algo Fernando llevaba 6 meses haciendo pesas, como dice él). Julius y su familia fueron de lo más hospitalarios: nos subieron unos cubos con agua del río para que tomáramos baño (que nos sentó genial para dormir fresquit@s), hicieron incluso unos agujeros en las vigas de madera de su salón para que colgáramos las hamacas y nos prepararon té y un riquísimo bolo (bizcochón) para cenar. Ya antes de acostarnos estuvimos charlando un ratito con la familia y Julius nos contaba que es agente de salud de su comunidad.

Estábamos derrotad@s y nos fuimos a acostar pronto. Yo dormía en una hamaca cerca de la ventana (sin cristales) y recuerdo la sensación sobrecogedora de escuchar el ruido de la selva. No sé, era una sensación extraña cuando ya todo el mundo nos fuimos a acostar, que quedó todo en silencio, pero lo que se escuchaba no era silencio, eran un montón de sonidos de diferentes animales, constante. Pensaba que el que hubieran tantos "bichos raros" me iba a asustar, pero la verdad es que no, más bien sentía curiosidad. Allí, tumbada en la hamaca, vi la luna asomarse tímida tras una nube, y me sentí feliz, en paz.