Comer sushi mientras dos japoneses te miran maniobrar con los palillos, diciéndote "sushi good!" es toda una aventura. 

Ellos llegaron muy contentos al restaurante japonés pero sólo pidieron whisky, ni siquiera una sopa de miso...Supongo que lo que buscaban, más que llenar la barriga, era sentirse en casa!

Hoy, en la guagua, se sentaron cerca mío dos señores mayores que iban hablando con un cantadito peruano y un gran sentido del humor sobre cuestiones de la vida y de la muerte: "Hay veces que decimos que tenemos miedo a morir, pero realmente lo que tenemos es miedo a no haber vivido" pude escucharles entre traqueteos. 

"Mejor quedarnos en la parada anterior, para poder subir. Bajar requiere mayor esfuerzo porque se tensan más los músculos"...Quise comprobar la veracidad de esa teoría, y también yo decidí quedarme una parada antes y así subir hasta mi calle. Creo que funciona. No sé si fue por la copita de vino o por la subida, pero sí que llegué más relajada a casa.

Cada mañana aquí es un regalo de interculturalidad! Hoy en la parada coincidí con una mamá hablando en saharaui con su hija que le respondía en perfecto español, dos mujeres peruanas que trabajan juntas, una mamá canaria que llevaba a su hijo abrigado hasta las orejas y otra familia que quizás podría ser senegalesa, o quizás no...

Así, nada más salir de casa, es como si viajara un poquito!

EL TAXISTA OPTIMISTA

Después de un maravilloso día de trabajo, con paseo en bici y bañito en la playa, y sintiéndome eufóricamente feliz por la suerte de la vida, volviendo a casa me encuentro con un taxista que me dice, entre otras cosas: "a mí me cuesta adaptarme a los cambios, porque sé que cualquier tiempo que venga...¡va a ser peor!" 

Y yo pienso: menos mal que hay de todo en este mundo, y que entre unas y otros, ¡hacemos el yin y el yang!